Luis Felipe Ortega

Culiacán | Cuadrante Creativo

Cada ciudad tiene una energía particular. En México y en otros países esa energía cambia de un punto a otro, de un Estado a otro. En los países que tienen una geografía extensa (como es el nuestro) se acentúan esas transformaciones por una multiplicidad de factores (desde el clima hasta la historia local; la situación política y  económica aportan lo suyo). Sinaloa, y Culiacán en particular, es una suma muy nutrida de esos factores: llegar allá es llegar a una especia de nodo, a un tejido muy específico.

Por razones azarosas llegué por primera vez a esa ciudad hace cinco años. Impartiría un taller invitado por el Instituto de Cultura (no recuerdo si aun Difocur). Las reuniones se hicieron en el nivel más alto del Masin, una especie de bodega. Ahí nos habilitaron un espacio. No conocía a nadie y nunca había estado en esa ciudad. 

Al principio pensé que era un taller más: compartir, intercambiar ideas, ver en qué andaban los artistas. Teresa Margolles estaba trabajando en un nuevo proyecto y con ella pude compartir la ciudad y unicar a un grupo de artistas jóvenes cercanos a ella. Ese fue el comienzo de una historia que se ha ido construyendo y nutriendo con la visita a otras ciudades (Mazatlán y Mochis). He regresado cada año y he sido testigo de la transformación que ahí se vive. En cada visita encontraba nuevos actores, artistas jóvenes que asistían a la multiplicidad de talleres que se impartían a un ritmo vertiginoso. Lo que era una bodega se convirtió en el Nivel 5, sin duda el lugar de exposición más importante respecto a las propuestas y lenguajes contemporáneos. Ahí tuve la oportunidad de exponer en una muestra individual y, un año después, se convirtió en el taller y lugar donde se mostraron los resultados del trabajo de producción de un mes con un grupo nutrido y maduro de artistas locales. Momento de síntesis en muchos sentidos, de enunciados sólidos y propuestas abiertas. Alguna vez también de un taller desde el flamante Centro Sinaloense de las Artes "Centenario", no sé si sigue con vida.

Los cambios son muchos y no puedo detenerme en cada uno. Pero me gustaría mencionar por lo menos tres aspectos que me sorprendieron en mi última visita, ahora invitado por Cuadrante Creativo: La transformación de las formas y contenidos en las piezas que participaron en la Bienal del Noroeste, Aunque se incluye a varios estados, la participación de Sinaloa fue más que nutrida y con enunciados que han desbordado ya los modos locales de entender la producción artística. Lo que se avecina es una situación cada vez más rica y compleja dado que se ha logrado generar una escena capaz de sostenerse más allá de las instituciones y los individuos que las impulsan. Por último: los artistas jóvenes han podido ubicar los distintos planos que implica pertenecer al gremio de la producción visual, tanto en términos de diálogos e intercambios de ideas como de procesos críticos y autocríticos indispensables para mantener una posición viva, los espacios de visibilidad también se han abierto para ellos y desde el Masin, el Jardín Botánico y las colecciones privadas que ya existen, se ha entendido que la producción es un sistema vivo y que no puede estar caminando por una sola arteria. Ahora se suma Cuadrante Creativo.

Es extraño que mucho de lo que se ha consolidado en Culiacán derive de las instituciones culturales (muchas veces en mancuerna con iniciativas de artistas y gestores jóvenes). Digamos que no es "lo normal" en este país. Es extraño y vale la pena celebrar la posibilidad de esa extrañeza. No tengo la menor duda que esa "extrañeza" seguirá sucediendo y tendremos que acercarnos a esa ciudad cada cierto tiempo si queremos ser parte de la energía que se genera en esa zona y que nutre al resto del país.